sábado, 16 de diciembre de 2017
CAPITULO 32 (SEGUNDA HISTORIA)
No lo pienso, mañana no me arrepentiría, le beso por sorpresa, le cojo con la guardia baja abro mis piernas y dejo que se cuele entre ellas.
Siento por encima de la suave tela de seda de las medias, su virilidad. Su corazón late tan rápido como el mío y sus manos se han enredado juguetonas en mi espalda.
Las mías agarran de forma casi salvaje y desesperada su culo prieto entre ellas, el gime por la sorpresa y yo me deleito acariciándolas.
Estoy cansada de jugar a la niña buena, he esperado en cuestión de sexo por Hector por sus creencias, ¿y para qué?
Ahora aprovecharé la oportunidad que me brinda el destino al poner en mi camino a un hombre como este.
Mis besos se hacen más impredecibles por la urgencia del deseo que crece en mi vientre y calienta todos los recovecos de mi cuerpo.
Mi lengua se enreda en la suya, mis dientes muerden su labio inferior casi con brusquedad. Todos los años reprimidos cobran ahora una fuerza espectacular.
Y él disfruta mi rudeza.
Me gusta, me atrae y me hace sentir diferente, me hace sentir como la mujer que una vez fui.
Intrépida, atrevida y con ganas de vivir la vida. Todo lo que Hector ha sepultado bajo capas y capas de frialdad.
Nuestros cuerpos cada vez se acercan más y me inclino hacia atrás dejando que su cuerpo caiga sobre el mío, noto su fuerza, su calor derritiéndome la ropa, el alma.
Lo deseo a él, ahora.
Le arranco la chaqueta y después la camisa, el sube mi vestido por encima de mis caderas, dejando al descubierto mis piernas, vestidas por la suave media del color de mi propia piel.
Las acaricia despacio, de arriba abajo y después hace realidad su amenaza. Me lame, desde la punta de mis dedos, hasta la ingle, dejando tras de sí un camino húmedo y ardiente en mi piel.
Gimo sin control, me abrasa. Siento que de verdad mi cuerpo se funde consigo mismo a causa de tanto placer.
Repite la operación con la otra pierna mientras se quita el cinturón dejando sus pantalones libres para mí.
Cuando su lengua acaba de hacer su trabajo quiero atraerlo hacia mí, metiendo mis dedos en las presillas de su pantalón, pero él se deshace de mi agarre agacha su boca y besa mis pechos.
Sus caricias por encima de la suave y delicada tela de seda, se sienten cercanas.
Un botón salta despedido y después otro.
Apresa con sus manos fuertes mis pechos entre ellas y saca uno de mis pechos de su cárcel.
Saboreando, lamiendo y mordisqueando mi pezón rosado y sensible por el placer.
No soy capaz de pensar, de protestar o de hablar, ni siquiera de respirar. Solo puedo disfrutar con su juego, con sus caricias.
Me siento tan bien, nunca, ni en mis mejores sueños he sentido algo tan bueno.
Cuando se cansa de maltratar ese pecho, se dedica al otro.
Me echa hacia atrás, inclinando mi cabeza al techo y dejando que todas las sensaciones me posean. De repente, noto uno de sus dedos en mi sexo.
Acariciándome por encina de la delicada tela.
Su contoneo, de arriba a abajo, hice que gima más que el calor pase a ser un incendio en mi estómago.
Apoyo mis manos fuertes, sobre la mesa, pues temo caer por el temblor que me ocasionan su besos.
—¿Vas a pedírmelo, Paula? —me susurra con la voz llena de deseo y sus ojos oscurecidos por la pasión.
—¿Qué?
—Ya lo sabes.
—Ya te lo he pedido. No voy a repetirlo. Nunca.
El sonríe mostrando su hoyuelo. Ahora, envuelto en la bruma del deseo me parece más peligroso y más atractivo.
Su mirada se dirige directamente a mi entrepierna y con una sonrisa maliciosa, se agacha enterrando su boca entre mis piernas.
Su lengua juega con mi sexo, lo acaricia de arriba abajo al igual que sus dedos un momento antes, dejando su humedad mezclada con la mía.
Pensé que iba a morir.
Me lleva al límite y se detiene, para comenzar de nuevo con la tortura, me lleva de nuevo al límite y cuando creo que va a llegar mi liberación se detiene de nuevo.
—No voy a hacerlo hasta que no lo pidas.
Deseaba gritarle que me devorara, que me devorase otra vez, pero no quería hacerlo. No, si él me obligaba, deseaba hacerlo cuando me apeteciera. Apreté los dientes y negué con la cabeza.
—Esta bien piernas largas, acabaras cediendo soy muy persuasivo — susurra a la vez que uno de sus dedos penetran en mi interior.
Siento un latigazo de placer que me parte en dos, mientras acaricia mi sexo por dentro su lengua, traza círculos en mi clítoris.
¿Cuando me ha quitado las bragas?
No lo sé, pero no me importa.
Noto el calor apoderándose de mí. Mis gemidos y jadeos inundan todo el espacio entre nosotros y él parece disfrutar torturándome.
—Pídemelo. Pídelo de nuevo, por favor — suplica.
Al escuchar su ruego no puedo contenerme más.
—Devórame Pedro, devórame —susurro sin pensarlo. Las palabras están ahí, pero necesitaba tanto liberar la tensión entre mis piernas...
—Muy bien, piernas largas ahora voy a follarte, voy a hacerte mía y cuando acabe contigo, no desearás estar con ningún otro nunca más, parece que la primera vez no te quedó claro.
No contesto, no me importa lo que haga solo quiero tenerle dentro de mí que me ayude a aliviar el dolor que la tensión acumulada en mi sexo me provoca.
Se coloca justo en la entrada, primero solo acerca su sexo despacio y acaricia el mío.
Va dejando tras de sí un rastro de humedad en mi cuerpo que me enloquece. Sus flujos se mezclan con los míos.
No puedo contener más la desesperación y me alzo, agarro su cuello y lo atraigo hacia mí besándolo con fuerza.
Su boca sabe a mí. A mis efluvios. Y en su boca yo tengo muy buen sabor. Mi lengua se enreda con la suya en una batalla por ganar la guerra.
Instintivamente, acerco mis caderas a él todo lo que me permite la mesa, para notarle más y más cerca.
—Por favor —susurro desesperada —devórame.
Y entonces lo hace. Su miembro erecto penetra en mi cuerpo, despacio para no hacerme daño. Cuando su sexo se cobija en el mio sus dedos acarician desde fuera de nuevo mi clítoris y su boca se adueña de la mía.
Sus caricias me vuelven loca.
Incapaz de controlarme más, de esperar que el me regale lo que necesito, tomo las riendas, lanzo con las manos los papeles al aire creando una mágica lluvia de copos de papel gigantes y lo tumbo sobre mí.
Así, puedo moverme mejor con él sobre mí.
—No quiero hacerte daño. No quiero aplastarte... — jadea.
—Fóllame y calla. Devórame como me has prometido — acierto a decir.
Y el miedo se desvanece de sus ojos. Comienza a moverse lentamente, dejando que disfrute su sexo y cada vez que me penetra de nuevo siento un ramalazo de placer que nubla mis sentidos.
Dios, nunca imaginé que se sintiera así. Es fantástico, maravilloso, arrebatador.
Ahora entiendo porqué algunas mujeres pierden la cabeza por un hombre, si el hombre es como el mío, no es difícil.
Abro mis piernas más y dejo que de nuevo me penetre hasta el fondo y grito.
—Los siento, ¿te he hecho daño?
—Si mucho, pero sigue haciéndomelo —jadeo.
Él sonríe y sigue con su movimiento de caderas sobre mí.
Sus labios me acarician el cuello, los labios, la nariz, mientras se mueve siguiendo un compás imaginario dentro de mí, con dulzura.
Los movimientos se van acelerando al mismo ritmo que nuestros latidos y pronto, lo siento, noto como mi interior estalla en llamas.
La explosión que me sacude me hace soltar un grito desgarrador y después otro, seguido de muchos más.
Mientras el placer me sacude él se mueve aún más rápido, haciendo sus embestidas más profundas y despertando de nuevo el placer que se apagaba en mí y se une a mi grito desesperado.
No me importa morir en este momento, después de una experiencia así, ¿que más podría vivir que me hiciera disfrutar? Nada. Solo él.
Le miro y tiene sus ojos cerrados mientras con sus manos temblorosas se apoya en el tablero de la mesa para no aplastarme con su peso y deja caer su frente en la mía para recuperar el aliento.
No sé que decir estoy ahora mismo...enamorada. Sí esa es la sensación estoy llena de mariposas de colores brillantes con su nombre escrito en las alas.
El me ha hecho un regalo fantástico y siempre le recordaré.
Sé que lo nuestro no tiene futuro pero mientras dure, lo voy a disfrutar.
—Gracias — susurro exhausta.
El abre los ojos y me mira, cansado y... feliz.
–¿Por qué?
—Por devorarme.
—Ha sido un verdadero placer, Devorarte de nuevo.
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