viernes, 15 de diciembre de 2017
CAPITULO 29 (SEGUNDA HISTORIA)
Esa noche, después de una agradable y relajante ducha, me quedo dormida de una manera profunda hasta que el maldito despertador suena.
No soy capaz de recordar con totalidad el sueño pero sé que él había sido el protagonista de mis sueños subidos de tono.
No me encuentro bien me siento algo febril y apática. No es lo normal pero decido llamar al trabajo y excusarme.
No tengo que fingir, la verdad es que me encuentro mal.
Vuelvo a darme una ducha, para tratar de quitar la mala sensación en mi cuerpo y después, telefoneo a Liliana.
— Buenos días — digo con la voz baja — soy Paula.
— ¿Estás bien? Te oigo rara … — contesta preocupada.
— Necesito verte, ¿podemos comer juntas y hablar?
— Sí, por supuesto, te espero cielo — por su tono de voz, sé que ella ya sabe de lo que deseo hablar.
— Hasta luego entonces — digo y cuelgo.
Paso la mañana borrando fotos del ordenador, no quiero tener ningún recuerdo de Hector, sin embargo algunas, las mas significativas las guardo en una carpeta que he creado para ellas.
“ Momentos para olvidar”.
Me visto y me dirijo al aeropuerto, es temprano pero prefiero dar paseos por allí y ver tiendas antes que quedarme en casa haciendo cosas de histérica con tal de no pensar en sus palabras.
Cada vez que las recuerdo no puedo evitar que un rubor trepe desde mi estómago a mi rostro y se aferre a él con uñas y dientes para no abandonarme.
Conduzco hacia el aeropuerto y no puedo eludir rememorar las imágenes de lo sucedido, revivo el encuentro, sus palabras, hasta el maldito e infernal paseo en su caballo a motor.
Aparco y atravieso las puertas automáticas sin mirar el cartel de llegadas, hoy no espero a nadie.
Paseo por el aeropuerto, mirando escaparates, tratando de interesarme por lo que exponen pero nada consigue que saque de mi mente las palabras de Pedro.
Cuando el reloj marca la una y media, busco la oficina de Liliana. Me espera con expresión preocupada, el maquillaje no ha conseguido paliar los efectos de tantas noches sin dormir.
—¿Estás bien? —pregunta preocupada.
—¿Me tendisteis una encerrona? —inquiero mientras la sigo al lugar dónde vamos a comer.
—No, de verdad que yo no sabía nada. Pero sí fue idea de Rodrigo que os conocieráis.
—Liliana, no tienes ni idea, él es él — trato de explicarle.
—¿Cómo que él es él..? —grita mientras me siento en la silla.
—¿De qué habláis? ¿Quién es quién? — se entromete una voz muy familiar.
—¡Carmen! —saludamos al unísono Liliana y yo.
—Me he escapado un rato. Necesitaba veros.¡Qué semana de trabajo! — se queja.
—¿Trabajo? —insinúo burlona.
—Sí, trabajo de verdad, lo de devorar hombres, es mi hobby —guiña su ojo oscuro plagado de largas y oscuras pestañas.
—Te envidio Carmen —confieso —. Eres libre, haces lo que te place cuando quieres, con quien deseas.
—Es fácil, simplemente no te comprometas. No entregues tu corazón a nadie, nunca.
—Para mí no es fácil —susurro –. Tengo la sensación de que mi corazón está encadenado desde hace demasiado tiempo.
—Bueno, ¿quién es él? Me tienes en ascuas...
—El del ascensor —susurra Liliana.
—¡El que te lo hizo en el ascensor! ¿Lo has encontrado? ¡Dios! ¡Cómo me gustaría que alguien me empotrase así! Humm, sólo de pensarlo... ufff. ¡Qué calor! — exclama animada.
—Sí, casualidad, destino...no sé. Cuando me dirigía hacia el aeropuerto a recoger al capullo de Hector el coche dejó de funcionar. Él se detuvo a ayudarme.
—¿Te reconoció? —Carmen estaba realmente interesada.
—No. Solo fui una más — musito lastimera.
—No pienses eso Paula, no creo que haya tenido muchas mas en un ascensor — dice Carmen.
—No lo has visto Carmen, sí que es posible, en un ascensor y dónde le apetezca.
—Liliana, ¿tú que opinas? — pregunta Luz en busca de una segunda opinión.
—Bueno, Alfonso es majo. La atracción entre ellos es evidente, de haber sabido que era él... Trabaja aquí cerca, nos vemos casi todos los días.
—¿Majo? — grito casi ofendida.
—¿Tú sabías quién era? —Carmen ahora parece un búho con sus grandes ojos abiertos
—Entiéndeme Paula, yo aún estoy en esa fase de enamorada hasta las trancas. Y, sí Carmen, no sabía que
Alfonso era el del ascensor. Pero es compañero de Rodrigo, de hecho, lo destinaron al aeropuerto para sustituirlo.
—No me extraña qué estés hasta las trancas. Yo también lo estaría de Rodrigo... pero tengo un espíritu libre. Ya lo sabéis, las relaciones no son par mí. Demasiado amor para dárselo a uno solo... Bueno, entonces, ¿podemos ir a verlo? — dice sonriendo.
—¿Qué desean señoritas? —nos interrumpe el camarero.
Después de ordenar ensaladas y pescado acompañadas de refrescos light para todas, retomamos la conversación.
—Carmen, algún día conocerás al hombre que consiga que tus piernas tiemblen, te suden las manos y tu respiración se detenga —sentencio.
—No ha nacido ese hombre todavía. No en ésta vida — replica.
—Yo creo, que el que te hará cambiar de opinión, será aquel que haga que te vuelvas loca de pasión.
—Todos han hecho que disfrute del sexo, pero ninguno me ha enganchado. Soy un pez resbaladizo. Quizás, Liliana, si me prestas a Rodrigo y el calabozo...
—¡Carmen! —grita Liliana riendo.
—¿Qué vas a hacer? — pregunta Carmen curiosa.
—Qué voy a hacer... nada. Ahora mismo tengo que recuperarme un poco de lo de Hector.
—A ver Paula —continúa Carmen con su sinceridad brutal —perdona que sea tan directa, pero, ¿de verdad estabas enamorada de Hector? Porque no te ofendas, no lo parecía.
—¿Tú cómo lo sabes si nunca lo has estado Carmen? —le riñe Liliana.
—Tienes razón, no lo he estado pero los signos son evidentes, además Liliana, explícame qué hombre que esté en su sano juicio no desea hacerle el amor a su chica, una chica como Paula. ¡Hasta a mí me dan ganas de arrastrarla a la cama!
—No me hagas reír —digo entre carcajadas.
—Paula olvídalo, no merece la pena. Los días tristes hay que olvidarlos pronto para dejar hueco en nuestra memoria a los felices.
—Uf, Carmen que profundo. No te pega nada —sonríe Liliana.
—Ya lo sé, suelo ser superficial pero es la tónica que mueve el mundo. Bueno cuenta, qué más sucedió.
—Pues nada, que se detuvo a ayudar y cuando vi que era él me quería morir, esperaba que me reconociera, pero... no dio muestras de ello, sin embargo la atracción entre nosotros de nuevo es fuerte. Durante mucho tiempo quise convencerme de que todo era un recuerdo que mi mente había adornado, que lo que sucedió fue simplemente por el miedo que sentí — una risita de Carmen me distrae — , no te rías Carmen, lo pasé muy mal, de verdad pensé que iba morir.
—Sí, sí y casi mueres, pero por la follada que te dieron — exclama a bocajarro.
—Bueno, si eso también y de la vergüenza de que nos pillaran también. Lo que quiero decir, es que de nuevo esa atracción casi irracional entre nosotros, existe.
—¿Te has vuelto a acostar con el? — pregunta mientras se lleva a la boca de forma sugerente un colín.
—Si, varias veces — confieso sonrojada.
—¿Y entonces cuál es el problema? — añade Liliana.
—Él no está hecho para mí, es flor de un día — suspiro.
—Bueno, esa flor de un día te ha regalado más de uno — apunta Liliana.
—¿Tú sabías algo Liliana? — pregunta Carmen.
—Nada, me estoy quedando como tú Carmen. Con la boca abierta. Pero anoche cuando los vi, supe que algo había.
—No lo entiendo, ¿qué te retiene? Lánzate Paula. Vive al máximo esto, lo que quiera que sea, deja de lado al insulso de Hector y disfruta al lado de Alfonso.
—Se llama Pedro — digo.
—¿Sabes su nombre de pila? ¡Eso está hecho! — grita Carmen mientras da un pequeño golpe en la mesa para enfatizar sus palabras.
—Solo diré — musita Liliana— que el amor a primera vista, existe. Quizás nazca de una atracción física incomprensible, pero esa atracción hace que afloren sentimientos profundos que enraízan en tu espíritu y llenan tu alma —suspira.
—No se que haré chicas pero gracias por escucharme — hablo ahora más calmada.
—Yo solo te digo una cosa Paula. Te quiero, os quiero a ambas, lo sabéis. Déjate llevar y lo que tenga que llegar llegará, es inútil luchar contra el destino — añade Carmen
—La que fue a hablar... — masculla Liliana.
—Yo soy...especial, mi destino lo escribo yo —y guiña uno de sus preciosos y oscuros ojos.
Liliana y yo reímos a pleno pulmón, Carmen es así, arrebatadora, salvaje, arrolladora, hermosa, puede que un poco superficial, pero una amiga de verdad que no duda en enfrentarse a todo, por nosotras.
—Bueno, chicas os dejo, tengo trabajo, la gente se casa muuuuucho hoy día. Pensé que eso no estaba de moda, pero gracias a Dios aún quedan almas incautas que quieren pasar su vida juntas. Para siempre... Para siempre. Qué repelús me da solo pronunciar esa palabra... Adiosssss bellas.
Liliana y yo seguimos riendo de las ocurrencias de Carmen un rato más.
—¿Cómo va lo de la adopción? — cambio de tema.
—Va, ya sabes que estas cosas son muy lentas.
—Si, paciencia. No queda otra. ¿Nervios por la boda?
–Si, muchos. Menos mal que Carmen se encarga de todo. Es una todoterreno.
—Si, es verdad, espero que encuentre al adecuado.
—¡Dudo que exista! —ríe Liliana —. Bueno cariño tengo que irme, pero escucha, dale una oportunidad, si sé algo de estos hombre, rudos, sinceros y en ocasiones bruscos, es que son hombres con buen fondo. Muy buen fondo. Son generosos, protectores y desde luego no van a permitir que te hagan daño. Quizás deberías darle una oportunidad.
—Lo pensaré Liliana, pero temo que si se la doy pierda mi corazón definitivamente y, ¿luego?
—Más vale arriesgarse y sentir, vivir, disfrutar, que conservarlo y llevar una vida apática. Y sabes que hablo con conocimiento de causa.
—Si, lo sé. Bueno nos...
–¿Liliana? ¿Eres tú? — nos interrumpe una ronca y profunda voz.
—¡Pablo! ¡Cuánto tiempo! — exclama Liliana.
La voz atractiva enseguida llama mi atención, el dueño de esa sugerente voz es un hombre alto, fuerte, de hombros anchos, brazos fuertes y caderas estrechas. Es muy atractivo, su pelo oscuro se rizaba un poco en las puntas, sus ojos almendrados son dulces, recordando un poco la mirada infantil.
—Paula, éste es Pablo Velasco, el tercer mosquetero —sonríe Liliana recordándome la broma de Rodrigo — . Pablo, ella es mi amiga Paula Chaves.
—Paula —musita —un placer conocerte.
— ¿Estás de visita? —pegunta Liliana.
—No, me acaban de conceder el traslado. Los tres mosqueteros unidos de nuevo —sonríe —. Bueno, os tengo que dejar. He de irme pero prometo ir pronto a verte y ponernos al día.
Pablo, se despidió de nosotras de forma cariñosa y se marchó.
—¡Qué guapo! —exclamo — . Sé quién no podrá quitarle los ojos de encima … —río maliciosa.
—Más que los ojos, las manos … —sonríe Liliana.
Después de un abrazo y un par de besos cariñosos, nos despedimos.
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Re lindos los 3 caps.
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