viernes, 15 de diciembre de 2017

CAPITULO 27 (SEGUNDA HISTORIA)





No se aleja como cabía esperar, se acerca, posa sus manos sobre mis brazos y me acerca a él. Por un instante, me pierdo en sus ojos profundos viéndome reflejada en ellos.


Noto el calor que siempre me hace sentir trepar reptando desde mi estómago hasta mi rostro. Dándole algo de color a mis pálidas mejillas.


Veo su boca acercándose a la mía, dándome tiempo para rechazarle si lo deseo.


¿Pero cómo? Mi voz ha huido y no puedo moverme del suelo.


El ruido de un cerrojo al descorrerse me saca de mi trance y me alejo de él, sintiendo un frio glacial a mi alrededor.


Aún puedo sentir mis brazos cálidos en el lugar donde él los ha tocado.


—Liliana—saludo.


—Paula, que alegría. Vaya veo que habéis coincido en el ascensor —dice mientras sonríe a Pedro —. Os presentaré. Pedro esta es mi amiga Paula. Paula, él es Alfonso, amigo y compañero de Rodrigo.


Miro por un segundo a Pedro. Parece divertido, su mirada brilla de expectación supongo que esperando a mi reacción. 


Mi reacción... solo puedo pensar en las palabras que ha usado Liliana, “coincidido en el ascensor”.


Le doy la mano para estrechársela.


—Encantada —apenas tengo voz.


El coge mi mano y se la lleva a los labios, esos labios generosos y bien dibujados. Me besa con suavidad entre los dedos.


—El placer, es mio — susurra sensual mientras me devora con su mirada plateada.


Y noto la humedad. ¿Ha lamido mis nudillos?


—Bueno, pasad. La cena casi está lista.


Así que era una cena trampa, querían que conociera a Pedro, ¿para qué? ¿Quizás una aventura pasajera para pasar página?


Doy dos besos a Rodrigo, que me abraza de forma cariñosa, sin duda, sabe por lo que estoy pasando, su historia, no es tan diferente de la mía.


Después se dirige a su amigo y se golpean la espalda del modo ; “ Eh, tu amigo mio, pero no querer tocar”, en plan simio.


Los dos ríen y se intercambian miradas.


Prefiero obviar eso que por alguna razón me hace pensar que la única que no estaba al tanto de la cita a ciegas, era yo.


Por otro lado, parecía realmente sorprendido en el ascensor, quizás no sabía nada tampoco. En fin, nunca los entenderé. 


Hombres...


Ayudo a Liliana a pesar de su reticencia pues hoy soy su invitada más que una amiga y en seguida empezamos a cenar y charlar.


Observo que Pedro no toma ni una sola copa de vino y yo ya llevo dos.


Entonces recuerdo su si conduzco no bebo. Y sonrío.


—Te ves mejor — dice Liliana en voz baja, aunque puedo notar que Pedro aunque conversa con Rodrigo sobre el partido de fútbol pasado, está atento a lo que digo.


—Si, un poco — contesto comedida.


—Todo pasará — me da ánimos mientras sostiene mi mano.


—Lo sé. ¿Y Carmen? — pregunto para cambiar de tema.


—No podía venir. Tenía una cena con clientes.


—Qué lástima —digo — . Me hubiese gustado verla.


—¿Carmen? —pregunta Pedro intrigado.


—Si, Carmen es amiga nuestra — explica Liliana.


—Es la tercera mosquetera —se burla Rodrigo.


Observo a Rodrigo y me fijo en cómo mira a Liliana. Entiendo por qué ella lo ama, es atento, cariñoso y la mira como si fuese lo único bueno del mundo.


—Tenias que haber cambiado la cena a un día que ella pudiese, Liliana. Sería más del gusto de Alfonso que yo — mi voz suena rara, sin duda teñida por los celos. Sé que Luz es más curvilínea que yo.


Todos me miran confundidos. Rodrigo y Liliana no saben que nos conocemos.


—¿Por qué supones eso? —contesta Pedro con la voz tan afilada como su mirada plateada.


—Bueno, es alta — replico.


—Tú también — contesta.


—Morena — continúo mi enumeración.


—Me gustan más las rubias — se defiende sonriendo — . ¿Qué más?


—Ademas, tiene unas curvas generosas. A ella no le faltan kilos en ningún sitio.


Pedro no dice nada, solo me mira y sonríe.


Nos hemos ido acercando cada vez mas y estamos muy juntos, Liliana y Rodrigo nos miran con los ojos abiertos, mucho.


—¿Te ha dicho eso? ¿En el ascensor? —pregunta Liliana curiosa. — ¡Pero Alfonso! —continúa Liliana— . ¿Cómo has podido?


—Permíteme, querida amiga que te conteste yo —Pedro me miraba de nuevo expectante — . Ha podido, porque a mi me faltan un par de kilos en algunas zonas estratégicas, pero a él, le faltan algunos gramos en el cerebro que podía coger de los que le sobran en su entrepierna.


Pedro me mira divertido por mi explosión. Rodrigo trata de contener la risa sin mucho éxito. Liliana trata de no reír, pero tampoco es capaz de disimular.


Me siento mal.


No debería de haber pasado, tendría que haber controlado mi genio.


—Bueno, es hora de la cena —dice Liliana para cambiar de tema.



No hay comentarios:

Publicar un comentario