lunes, 25 de diciembre de 2017
CAPITULO 26 (TERCERA HISTORIA)
El resto del día fue aburrido y a eso debía sumarle el vacío sin llenar que sentía entre los muslos después del encuentro con Alfonso, ese que había interrumpido por estúpida.
¿Qué tenía él que no era capaz de verlo como un rollo pasajero? ¿Una aventura sin más? Tenía que poner las cosas claras en mi mente, centrarme y recordar el dolor que sentí, eso era lo que me aferraba a la cruda realidad, que ellos sólo jugaban hasta que se cansaban, al menos conmigo.
El teléfono sonó y me alegró que fuese Liliana, la que estaba detrás de la llamada.
— Hola — dije jovial para ocultar lo jodida que en realidad me sentía.
— ¿Qué vas a hacer ahora?
— Supongo que comer.
— Estupendo comes con nosotras.
— No creo que pueda.
— Es por trabajo, necesito ultimar unos detalle de los trajes.
— Esta bien, ¿dónde? — Liliana me dio la dirección y mientras la anotaba supe que conocía el lugar — . Esta bien, nos vemos en una hora.
— ¿Sabes llegar?
— Si, se donde se encuentra, ahora nos vemos.
— Hasta ahora.
Colgué y me arreglé antes de salir a la calle y tomar un taxi, ahora cada vez que tomase uno me acordaría de él. Gruñí en voz baja e indiqué al conductor a dónde llevarme.
El paseo se me hizo eterno al no poder deshacerme de la maldita imagen de Pedro de mi mente. Al llegar me despedí
del taxista a la vez que le daba dinero de sobra y corrí dentro del restaurante, al menos con mis amigas y sus historias me olvidaría un poco de él.
Nada más entrar las vi en una mesa cerca de la ventana, siempre elegíamos, a ser posible, las mesas que nos mostraban la calle. Nos encantaba a las tres.
Las saludé desde lejos, pues sus miradas se cruzaron con la mía y me acerqué feliz y relajada a encontrarme con ellas.
— Hola bellas — las saludé.
— Estás de buen humor — dijo Liliana.
— Si, he decidido que no voy a pensar más en...
— ¿En quién ? — interrumpió una voz sensual y sugerente que por desgracia conocía demasiado bien.
— En nadie que te interese.
Tomó asiento justo a mi lado y Rodrigo y Agustin hicieron lo propio junto a Liliana y Carla. Me sentí un pez ignorante que había picado el anzuelo.
— Lo que necesitas muñeca, es estar con un buen hombre, como yo.
— A ver especifica, ¿con un buen hombre o contigo?
— Si fueras mía ...quizás te pondría algo de veneno en el té.
— Si yo fuese tuya, me lo bebería, de un trago — repliqué. No me importaban las miradas alucinadas de los demás.
Era una batalla entre ambos y estaba dispuesta a ganarla.
— ¿Siempre eres tan deslenguada?
— Si, mi madre me dijo que nunca me ahogase con mis palabras.
— Desde luego, una úlcera no te va a salir.
— No, te lo aseguro y menos por callarme lo que pienso de alguien como tú.
— ¿Y qué es lo que piensas?
— Mejor no quieras saberlo.
— ¿Sabes? No parecía que te desagradara tanto mi compañía la otra tarde. En la mazmorra … — susurró tan cerca que su respiración ronca y sensual me nubló por un instante la mente, evocando las imágenes de mi propio
cuerpo colgando de esas malditas argollas mientras me penetraba salvajemente.
¡Mierda! Estaba húmeda, tanto que iba a formar un charco a mis pies. Debía alejarme antes de volver a caer en la tentación, estaba claro que ese hombre era mi perdición.
— Eso, no va a volver a ocurrir. Nunca.
— Lástima — y se alejó de mi.
Suspiré aliviada, no era capaz de controlar mis malditos instintos cuando estaba cerca, confundiéndome con su masculinidad, su seguridad y su atractivo salvaje. Lo odiaba. La verdad era que no me bebería el té, se lo daría a él.
La comida pasó sin más altercados entre ambos y la conversación fue fluida.
— Hoy he ido a mi primera revisión médica — dijo Carla con el rostro sonrojado.
— ¿Y todo bien? — preguntó Liliana interesada.
— Sí, muy bien.
— ¿Qué va a ser? — preguntó Rodrigo.
— Es muy pronto para saberlo — rió Carla.
— ¿Me disculpáis? — me excusé por levantarme y abandonar la mesa.
No debía, pero la verdad era que me sentía incómoda por todo. Tenerle tan cerca era una auténtica tortura.
Me crispaba tanto y a la vez, no era capaz de alejarlo de mi mente ni un solo condenado instante.
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Esta Paula es un hueso duro de roer, cómo lo hace remar a Pedro. Está buenísima esta historia.
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