lunes, 25 de diciembre de 2017

CAPITULO 25 (TERCERA HISTORIA)





Su boca se trago mi protesta, deseaba con todas mis fuerzas alejarle de mi, decirle que no deseaba tenerle cerca ni
sentir su aroma masculino, que no dejaría que sus manos aprendiesen cada centímetro de mi silueta. Pero no podía mi cuerpo se rendía ante su seguridad convirtiéndose en un charco de deseo fundido, mi mente quedaba envuelta por la pasión que despertaba ese maldito hombre en mi interior, que lograba que me tambalease y sintiese ganas de desfallecer, de dejar que derribase mis defensas levantadas a través de los años con esmero. Quería que el fuese mi futuro y que me ayudase a borrar el pasado. Su beso profundizó tanto que me caló el alma, llenándola de deseo, pasión y ansiedad contenida por él.


Deseé su boca, su cuerpo, sus besos...


Todo de él. Lo deseaba dentro de mi, encima o debajo, poseyéndome o dejando que lo cabalgase con furia. Una ira que nacía de la frustración de saber que me perdía entre sus brazos y me rendía a su cuerpo.


La protesta se transformó en jadeos, la resistencia en pasión y con mis manos atrapadas entre las suyas no podía obtener la cercanía que tanto necesitaba, el contacto que anhelaba, así que acerqué mi cuerpo al suyo tanto como pude, dejando que mis pechos turgentes y desesperados por su boca rozasen descarados su pecho fuerte y firme.


Ese hombre era capaz de volverme loca, de hacerme ser más yo y a la vez tan diferente...


Aunque me lo negase con todas mis fuerzas, el tenia algo de razón, el deseo que me consumía por él, que atrapaba mis noches y secuestraba mi mente todas las horas del día, posiblemente podría confundirse con amor.


Esa certeza me golpeó con todo su significado y necesité de repente alejarme de él. No podía con esto, no estaba preparada para dejar que alguien de nuevo llegase a mi alma, ahora esta empezaba a florecer más fuerte y no iba a permitir que de nuevo la troncharan y se marchitara para siempre como el tallo de una flor.


No sé de dónde saqué las fuerzas, pero necesitaba alejarlo y algo desconocido me dio el empuje.


Mordí su labio con fuerza, tanto que note el regusto metálico de la sangre en mi boca. ¡Oh Dios! ¡Hasta su sangre me sabía bien!


—¡ Aléjate de mi Pedro Alfonso! A partir de ahora, no deseo tenerte cerca nunca más, solo lo estrictamente necesario hasta que pase la boda, después, por favor, no aparezcas de nuevo por mi vida. Te esta vetada. No eres bienvenido.


Pude ver en sus ojos algo parecido a la tristeza, o tal vez la desesperación o decepción.


— Para que lo sepas, no era algo que tuviese planeado Paula, pero entonces te vi y pensé que valía la pena intentarlo, pero está claro que me equivocaba. ¿O eso es lo que deseas que piense?


— Me asusta — confesé.


— ¿El qué?


— Que me hagan daño, ya te lo he dicho.


— Como a todos, ¿o es que piensas que yo por ser hombre no sufro si me rechazan?


— La verdad es que es precisamente lo que pienso.


— Pues estas equivocada, me has rechazado y ese rechazo me lastima, porque de verdad, de verdad que me gustaría estar contigo — susurraba mientras sus manos acariciaban mis brazos — , intentarlo, no puedo prometerte que dure para siempre aunque así lo desee, pero puedo jurarte que lo intentaré con todas mis fuerzas.


Su mirada era sincera y deseaba creer cada una de sus palabras, pero entonces, el recuerdo de aquella tarde en la que me sentí sola, ridícula y abandonada reapareció golpeándome con fuerza.


— No puedo Pedro, déjame regresar de nuevo a mi vida, por favor — su mirada triste me conmovió — . Lo siento.


— Está bien, lo haré. Si eso es lo que deseas... tú misma, Paula. Aun así, quiero que sepas algo.


— ¿El qué?


— Que no estoy dispuesto a rendirme, no todavía. Así que aprovecharé cada ocasión que me brinde la boda de Liliana.
A partir de ahora se va a convertir en una excusa para mi para poder estar a tu lado y abrir tus ojos a la verdad. Mostrarte que estas equivocada.


— ¿Con respecto a qué? — ese seguridad que destilaba me sacaba de mis casillas.


— A todo, porque Paula, no puedes seguir escondiéndote de mi, no ahora que te he encontrado.


Y con esas palabras se alejó de mi. En ese instante un frío cortante me hizo trizas y mi mente me echó en cara, que quizás, de nuevo, había perdido la única oportunidad de ser feliz que el destino me había servido en bandeja.





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