jueves, 14 de diciembre de 2017

CAPITULO 24 (SEGUNDA HISTORIA)





— ¡No puede ser!¡Me he quedado dormida! ¡No llego al trabajo, no llego al trabajo! — grito desesperada al ver la hora.


Me levanto rápidamente de la cama dando un salto mortal, tropiezo con mis propios pies camino del armario, elijo un traje sastre oscuro que es lo más práctico y acertado cuando llevas prisas y corro a meterme debajo de la ducha. Tengo que quitarme sus restos de mi cuerpo, aún siento mis muslos
pegajosos por le intercambio de fluidos.


Abro el agua y no espero a que se caliente.


Me meto a toda prisa tropezando de nuevo y me doy una ducha rápida.


Salgo y busco mi toalla en su sitio y me doy cuenta de que no está.


Anoche, cuando me duchó, ¿dónde la dejaría?


—¿Buscas esto? —dice sonriendo mientras señala la toalla, que cubre parte de su cuerpo y deja al desnudo su torso.


Quiero cambiar la dirección de mi mirada pero, no soy capaz. Sus bien torneado torso, con todos y cada uno de sus músculos bien definidos me trae recuerdos de los momentos pasados en los que mis dedos se paseaban sin prisa por ellos.


— Sí gracias—me obligo a contestar —llego tarde, ¿me la pasas? —y me doy cuenta de que estoy desnuda. A plena luz de día.


Pedro va a dejar su cuerpo desnudo para cubrir el mio y al ver que mis manos tratan de cubrir algo de mi cuerpo húmedo, se arrepiente. Quiero enfadarme, pero en el fondo lo agradezco, sé que no sería capaz de resistir esa visión sin abalanzarme de nuevo sobre él. Muerdo mi labio inferior para controlar el deseo que está mojando mis muslos de nuevo y me confieso en silencio a mí misma que siento por el algo más que atracción.


—No juegues conmigo —digo seria.


Él me mira, ha comprendido que mis palabras tienen un significado más profundo. Que no se trata de una simple regañina por no darme la toalla.


Agacha un segundo su mirada y observo tensarse su mentón. No sé qué pretendo pero supongo que solo soy para Pedro una aventura de una noche que se ha alargado hasta el amanecer.


—Te le daré si me dejas llevarte al trabajo —contesta.


—Está bien lo que sea pero date prisa llego tarde —susurro impaciente.


—Cógela piernas largas —susurra acercándose a mi lado e insinuándome que se la arranque de su cintura.


Estoy cansada del juego así que cierro los ojos y arranco de prisa la toalla de su cuerpo. Abro los ojos para envolver en ella y le veo de pie, frente a mí. Desnudo. Nunca voy a poder alejar esa imagen de mí, no voy a lograr arrancarla de mi mente o hacerla desaparecer de mis parpados.


Es perfecto. Perfecto para mi.


Siento mis pezones erizarse por la excitación y me sorprendo con la boca entreabierta dejando escapar
pequeños y acelerados jadeos.


—Si me sigues mirando así piernas largas voy a tener que follarte de nuevo.


—¡No! —grito a pesar que deseo decir lo contrario —. No puedes, llego tarde ya. Mantente fuera de mi alcance —le obligo.


Sé que si le tengo cerca voy a dejar que haga conmigo lo que desee sin importarme nada más.


Salgo de la ducha y me coloco de espaldas a el para no seguir babeando ante sus narices. Me seco a toda prisa y me agacho para secar mis piernas.


Un silbido atrapa mi atención, me giro y lo encuentro observándome. Con la prisa no he sido consciente de que me secaba delante de él y, ¡por todos los Santos!, me he agachado, ha tenido tiempo de ojear de cerca todo el interior mi cuerpo.


Percibo cómo el rubor envuelve todo mi cuerpo, como un leve tul.


—No mires —susurro.


—Lo he intentado, pero no he podido evitarlo. Tienes un culo precioso. No me puedo quitar de la mente la imagen de embestirte desde atrás.


Siento su voz entrecortada y puedo ver como mi postura y su imaginación le han excitado y veo por primera vez con claridad su sexo.


Grande, duro y palpitando mientras me contempla.


—¡No te acerques a mi! — chillo.


—¿Qué te ocurre? —grita él confundido.


—¡No te acerques con eso! —vuelvo a gritar mientras señalo su gran miembro.


—Anoche, no le tenias miedo —contesta satisfecho.


—Pero, no la había visto. ¿Cómo es posible que no me hayas partido por la mitad?


—De hecho, lo hice piernas largas, te partí en dos pero de placer. ¿O no lo recuerdas?


Ahora está muy cerca de mi, siento su aliento a café y tostadas envolverme y nublar mis sentidos.


—Sí, lo recuerdo —cómo olvidarlo –.Tengo buena memoria —digo tratando de sonar enfadada, porque él si que ha olvidado aquella noche —. No suelo olvidar nada —le recrimino.


—Yo tampoco —susurra.


—Por favor, Pedro, aléjate con ese arma mortal de mí y déjame arreglarme.


—Esta bien, lo siento. Es que no puedo evitarlo consigues con mucha facilidad excitarme.


Se da la vuelta y se marcha supongo, que a mi dormitorio a por algo de ropa. Me doy toda la prisa que puedo, es tardísimo. Voy con una hora y media de retraso y al verle alejarse con su perfecto trasero redondeado pidiendo guerra, por un instante acaricio la posibilidad de llamar al trabajo con alguna excusa sobre mi delicado estómago y volver a perderme entre las sabanas con él.


Pero no debo, no puedo permitirlo. Si sigo así, voy a terminar locamente enamorada de él y está claro que él no desea una relación larga. 


¡Nunca ha tenido una por el amor de Dios!



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