martes, 12 de diciembre de 2017

CAPITULO 18 (SEGUNDA HISTORIA)





Al principio, se queda preso de la sorpresa pero después sus brazos apresan mi cintura y mi nuca, atrayéndome más cerca de él.


Nuestras bocas se unen en una sola. Lo siento, sus manos acariciando mi espalda, su gemidos incontrolados mientras mis dientes apresan su labio inferior.


Le beso con toda mi alma, con toda la pasión que he acumulado en los dos años que llevo saliendo con Hector, deseando hacer el amor y lamentándome por no ser capaz de que el deje de lado sus prejuicios.


Por una única noche, haré lo que siempre he deseado hacer; dejar que el deseo tome el control de mi cuerpo.


Aunque solo fuese con ese beso, pero me llevaría su recuerdo conmigo, su rostro grabado en mis ojos, el calor de su cuerpo pegado al mio y el sabor de su boca mezclado con el mío, para siempre.


El beso se hace más largo, más profundo, mientras sus manos bajan y apresan mi trasero en ellas, apretándolo entre sus fuertes dedos, haciéndome gemir y desear más.


Con cada gemido, él se enciende más, su beso es mas desesperado y sus manos alocadas recorren mi cuerpo, logrando que las mariposas de mi interior se enreden en nuestra ropa.


Me duelen los pezones por la excitación y la fricción contra su duro pecho, solo acentúa la tortura.


Noto su sexo, debajo del mío rozándose desvergonzado.


Y me excita, me está volviendo loca. Los besos se hacen más y más profundos, parece que necesito más para saciarme, mucho más.


El me agarra de la cara y la levanta para mirarme por un instante. Sus ojos grises se cruzan con los míos, color caramelo.


Pienso si tendré la misma expresión que él, una mezcla de deseo y arrepentimiento. No debo hacer juicios, pero sus pupilas, muy dilatadas no engañaban y su corazón, late desaforado, como el mio. Casi puedo imaginar su pecho sacudiéndose igual que acababa de sacudir él, el mio.


—¿Por qué? —pregunta en un jadeo.


—¿Por que, qué? —contesto sin aliento.


—¿Por qué me has besado?


—Vamos a morir —digo sin más.


—¿A morir? — dice sobresaltado.


—Si, el ascensor se estrellará contra el suelo y acabaremos hechos un puré humano.


—Vaya, menuda comparación.


—Es lo que sucederá.


—¿Y no querías morir sin besarme?


—No quiero morir sin sentirme viva.


Sus ojos se abren de par en par, cuando oye la palabra viva.


Sí, esa es la verdad. Él hace que me sienta viva.


— Así, que yo te hago sentir viva... ¿Y tu prometido maravilloso? — dice con la voz extraña.


—Bueno, en realidad él quería esperar hasta el matrimonio. Pero eso no importa ahora. Tú serás el primero de tantos — susurro inconsciente por el efecto de la pasión que me nubla.


Su rostro cambia y puedo ver un atisbo de ferocidad en ella.


El me confunde, no reacciona ante mis palabras como yo espero. Pienso que una mariposa como él, a la que le gustaba ir de flor en flor, agradecerá que no piense en lo nuestro a largo plazo, pero por su mirada me da la sensación de que le he ofendido.


—Bueno — continuo —no importa, no hay tiempo.


—Yo creo que sí — susurra, mientras me alza con una facilidad pasmosa hacia su cuerpo, dejándome pegad a él.


¿Cómo puede haber hecho eso? Es fuerte, pero...


Quedo soldada a su pecho, mirando sus hermosos ojos un segundo eterno, en algún lugar mi mente abrumada reconoce un timbre metálico.


Pedro se libera de su chaqueta y también se deshace de la mía, dejando mi blusa de delicada seda blanca expuesta.


Puedo ver, cómo sus ojos se recrean en mis pezones inflamados por la situación y por el deseo que surge por él.


Me atrae hacia él con fuerza, con brusquedad. Ese arrebato animal, vuelve a hacer que mis muslos se humedezcan más.


Si sigue así, voy a llegar al clímax.


Su mano apresa mi cintura, la otra masajea mi nuca mientras me derrito por su largo y profundo beso, por sentir su lengua dentro de mi boca, saboreándome.


¿Se puede ser besada de esta manera? Al parecer él sí podía. Encarcela con cada beso mis labios, que se rinden y se trasforman en sus prisioneros.


Sus dedos deshacen el recogido que apresa mi cabello, dejando que caiga libre y despeinado hasta la curva de mi cintura.


Mis manos se entrelazan a su cuerpo, dejando que vaguen morosas redescubriéndolo.


Mi cuerpo, empieza a rozarse con el suyo para tratar de aliviar la presión contenida dentro de mi cuerpo.


Hambriento 


Sediento.


Los botones de mi camisa saltan de uno en uno. Y no me importa, permanezco con la camisa abierta, desnudando mi alma y observando cómo sus manos apresan mis pechos en ellas y su boca deja la mía para besar lo que el sostén no protege.


Me mira mientras pasea su lengua sobre mi piel y siento que voy a morir de deseo, que es imposible encenderme más, entonces baja mi sostén y deja mis pechos al aire. Toma un pezón en su boca, succiona, besa, lame y mordisquea suavemente la rosada y sensible parte, mientras yo no puedo dejar de mirarle y gemir descontrolada.


Después su lengua juega con el otro.


Voy a morir. Y no a causa de la caída del ascensor, sino de mi propia caída al abismo de sus ojos.


¿Cómo puedo sentir tanto y tan fuerte por alguien a quién realmente no conozco?


Se desprende de la camiseta y deja su hermoso pecho descubierto ante mi mirada voraz. Acaricio con la punta de los dedos la suave y lisa piel dibujando el contorno de los músculos de sus brazos, de su pecho, deleitándome con las ondas que adornaban su abdomen, hasta legar al limite; la cintura de su pantalón.


El cierra los ojos y los puños y mirando hacia arriba, gime. 


De repente, la osada mujer reprimida que vive dentro de mí, salta tomando el control, toma un pezón en su boca y lo lame y chupa como el había hecho con los míos. Mis manos bajan a su trasero y lo hacen suyo. Tiene un culo prieto y perfecto, como todo en él.


Su cuerpo se retuerce bajo mis manos, subo mis labios por su pecho, beso cada palmo de piel caliente, muerdo su cuello, llego hasta su oreja. Y allí gimo, sus manos inesperadamente se han colado por debajo de mi falda que ahora llevo levantada de una forma muy poco decorosa y juegan con la fina tela de las medias.


Sus dedos suben y bajan por mi pubis sobre las braguitas que llevo y se detiene sobre mi clítoris unos segundos, para acariciarlo y volverme más loca aún de lo que ya estoy.


Se arrodilla frente a mi y con su boca, acaricia y lame el centro de mi deseo, sin quitarme la ropa interior. Siento que voy a dejar este mundo y sumergirme en otro cegada por tanto placer. Un placer que mi cuerpo revive de nuevo. Él había sido el último, desde aquella maldita noche no he estado con nadie más de forma tan íntima.


El antiguo deseo dormido que despierta de nuevo en mi cuerpo con sus caricias se une al nuevo, logrando que mi cuerpo sea incapaz de contener tanta pasión.


Me voy a volver loca.


Agarro su pelo y lo obligo a enterrarse más profundamente en mí. Sé que no debo pero no puedo luchar contra lo inevitable, quiero, necesito y deseo más de él. Todo él.


Lo anhelo dentro de mí ahora, empujando entre mis piernas, haciéndome gemir y jadear hasta llegar al esperado orgasmo. Liberarme junto a él.


Después no habrá nada más, pero al menos este momento será intenso.


—Disculpen —escucho una voz detrás de mí —.¿Van a seguir ocupando el ascensor durante mucho más tiempo?


No soy capaz de girarme en la dirección de la voz, estoy totalmente horrorizada. Él sigue arrodillado, su boca en mi sexo y yo, con la blusa abierta y la falda levantada, dejando mis pechos y mis bragas a la vista de todos.


El gruñe, parece enfadado.


Yo, estoy avergonzada.



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