miércoles, 20 de diciembre de 2017

CAPITULO 12 (TERCERA HISTORIA)




El viaje fue más relajado y tranquilo y tengo que admitir que disfruté del paisaje que ya no me parecían borrones sino formas claras.


Por un momento deseé que ese paseo en moto, no acabase nunca, pero solo eran delirios de mi mente que deseché de
inmediato.


Durante todo el trayecto mis manos agarraron su abdomen duro y sus dedos no dejaron de acariciar mis manos, lo que hizo que me preguntase una y otra vez, cómo era capaz de controlar esa máquina pesada y veloz con una sola mano y hacerlo con tanta suavidad como una caricia.


— Ya hemos llegado — avisó cuando estábamos cerca de mi oficina.


— Sí, gracias — grité a través del casco, sorprendida porque hubiese sido capaz de llegar con tanta facilidad, aunque claro, no era la primera vez.


Aparcó la motocicleta, bajé con cuidado y él se apeó también después de asegurar la moto con la patilla.


Se quitó el casco y arregló con las manos su alborotado cabello. Aunque la verdad no hacia falta, estaba muy guapo
con el pelo así. Miré alrededor, eran las cinco de la tarde y el cielo estaba gris, había poca gente paseando a pesar de la
hora y eso le otorgaba un aire íntimo a la situación. Casi como dos jóvenes que se van besar por primera vez.


El pensamiento provocó que me ruborizase, ¿qué mierda hacia yo pensado en esas cosas? No eran para mí, ya no.


Sexo; si.


Amor; no.


Nunca más, me lo prometí y estaba dispuesta a cumplir esa promesa por siempre.


— Bueno... — dijo.


— Si — sonreí para disimular — , gracias por acercarme hasta el trabajo.


— Es lo menos que podía hacer después de lo de esta mañana.


— No importa, ya ha pasado — dije restando importancia. 


¡Dios parecía que había sucedido hacía siglos!


— Menos mal que ha pasado — sonrió.


Alcé la ceja expectante podía interpretar sus palabras de muchas maneras posibles y no sabía cuál sería la adecuada. Probablemente la menos amable.


— ¿Luego nos vemos? — peguntó para romper mi silencio.


— Si, supongo — tuve que decir.


— ¿Quieres … que te recoja?


— No, gracias. Puedo llegar sola. Conozco bien el sitio.


— Lo sé , no lo dudo, era pura cortesía.


— No me gusta tu cortesía demasiado. No acabo de captarla.


— ¿Ah no? Pensé que os gustaba a todas.


— A mi no.


— Los principies azules, caballeros andantes que parecen ángeles...


— Bueno, yo soy más de demonios, supongo... — y él sonrió.


Al hacerlo me quedé sin respiración, no se podía ser más guapo. ¡Tenía que irme! ¡ Ya!


Se levantó de su apoyo en el asiento del vehículo para despedirse y se acercó con su paso seguro y chulesco que me recordó a Clint Eastwood haciendo de Harry el Sucio.


Agarró mi cintura entre sus manos y me atrajo para darme dos besos en las mejillas a modo de despedida.


Lo tenía tan cerca, mirándome con intensidad … Por un momento pensé que me iba a besar y lo peor fue que...


¡Deseaba que lo hiciera! ¡Oh Dios!


Tanto lo deseaba que me dolía el estómago, sentía una comezón que quemaba dentro, no sabía muy bien
porqué, como si de repente un ardor extraño se hubiese apoderado de mis jugos gástricos y me abrasaran por
dentro.


Su boca se dirigió a mi mejilla y yo tuve que apoyar mis manos en sus hombros, su beso fue suave, justo al lado de mi boca pero sin rozarme, en la comisura.


Cerré los ojos y lo disfruté, mis labios se encontraron contra la aspereza de su vello incipiente y le dejé un suave beso.


Me pareció escuchar un leve gruñido pero no era capaz de distinguir lo que ocurría, de lo que mi mente deseaba.


El siguiente beso fue igual de intenso, a pesar de que en ningún momento rozó mis labios, mi cuerpo tembló como nunca.


Se alejó con un gesto extraño que arrugaba la piel entre sus cejas. Se colocó el casco y se despidió.


Abatida me di la vuelta, en realidad había deseado que me besara, pero no había sido así.


— Mejor — susurré mientras colocaba una pierna tras otra de forma mecánica.


Antes de llegar a la puerta, un ruido estrepitoso me sacó de mi fastidio mental.


Un rugido feroz que solo podía provenir de su moto. Miré y le vi regresar, quizá había olvidado algo. Con un brazo conducía y el otro sostenía el casco.


Sin saber cómo, se había acercado a mí y me vi rodeada por sus brazos mientras su motocicleta quedaba atrapada entre
ambos.


— ¡Demonios! — murmuró y su boca se abalanzó sobre la mía, sin piedad. Su lengua me saboreaba y yo me dejé arrastrar a esa pasión que lo consumía a él y a mi, me abrasaba.


Mi lengua se mezcló con la suya, mis brazos se enredaron en su cuello y mi cuerpo solo ansiaba sentir el suyo más
cerca, pero con la barrera que ofrecía su moto, era imposible.


El beso acabó tan bruscamente como había comenzado, logrando que me sintiera aturdida.


— Hasta la noche preciosa — murmuró con una sonrisa pícara en su cara y se largó zumbando en su moto mientras la elevaba sobre la parte trasera y gritaba algo así como ¡¡Sí!! O eso me pareció a mí.


Mientras le observaba alejarse llevé una mano a mi estómago. El ardor seguía ahí y en ese instante, mirando como se alejaba dejando una estela tras él, supe a que debía el calor. El aleteo abrasador y furioso de las mariposas que él había logrado hacer revivir y que tras tanto tiempo olvidadas, despertaban con fuerza. Entonces supe que en realidad él, si que podía hacerme volar.





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