domingo, 26 de noviembre de 2017
CAPITULO 6 (PRIMERA HISTORIA)
Cuando llegué a casa, me encerré en el baño, y da gracias a que Víctor aún no había llegado del trabajo.
Llené la bañera de agua caliente, tanto que casi quemaba mi piel fría. Restregué mi cuerpo, para deshacerme del rastro de sus caricias, que parecían haberse tatuado en mi piel, a pesar de que me había tocado con la ropa puesta.
Me cepillé los dientes tres veces, con el mismo objetivo.
Nada sirvió. Sentía sus caricias ardientes y el sabor de su boca en mí. Su olor y sabor habían penetrado muy adentro. Demasiado para tan corto espacio de tiempo.
¿Cómo había sucedido? De pensar que era un arrogante engreído al que odiaba, ahora me sentía fría y vacía sin él. Era de locos. Eso era, me estaba volviendo loca, algún ataque de estrés postraumático por conocerle o algo así
Miré la hora, casi las cinco. ¿Tanto tiempo había pasado en el baño? Husmeé por la casa, pero ni rastro de Víctor
Cogí mi móvil para llamarlo. ¿Estaba en casa? Podía escuchar su timbre. En la casa. Seguí el sonido, provenía del dormitorio.
Se lo había dejado olvidado en la cama.
Qué raro, pensaba que esta mañana, la cama la había hecho yo, y no recordaba su móvil en ella. Además, él se había marchado antes que yo, unos minutos antes, tal vez, volviese a por algo, y se le cayese.
Levanté el móvil, y colgué el mío, era inútil llamarlo, estaba claro que no iba a contestar, pero, ¿dónde se habría metido a estas horas? ¿Por qué no avisar? En el trabajo tenía teléfono, podía haber llamado desde allí.
Mientras mi mente volaba, el móvil vibró en mis manos.
Mire hacia la pantalla y lo vi, el mensaje.
“Partido de pádel mixto confirmado. Tú y yo, contra dos pivones. Ésta tarde a las seis. Después unas cervezas, o
lo que surja : )”. Jorge.
¿Qué demonios era esto? Si él no jugaba al pádel con chicas, Víctor, jugaba sólo con chicos. Ese había sido el acuerdo, pero estaba claro por el mensaje, que él no cumplía su parte del trato, y que me engañaba de forma descarada.
Resultaba que se dedicaba a jugar al pádel con tías con las que quedaban y después se iban de cervezas con ellas.
Muy bien. Estupendo. Y mientras la ignorante e imbécil de su mujer, en casita preparando la cena o trabajando.
Genial.
¿Cuántas veces lo habría hecho? ¿Cuántas me habría engañado? ¿Se acostaba con otras, y por eso me dejaba tranquila? ¿Me habría engañado? ¿Cuántas veces?
Las preguntas acudían a mi mente en masa, desordenadas, desconcertándome aún más. Estaba perpleja, no sabía si llorar, reír, o las dos cosas a la vez. Estaba claro, que me había vuelto a equivocar, el día de hoy, sí que podía ser peor. Mucho peor.
Me senté sobre la cama. Necesitaba averiguar cómo me sentía
Debía sentirme triste, herida, mal, pero no era así La triste realidad me golpeó. Me daba igual. Yo sabía, él sabía, sabíamos, que lo nuestro no tenía futuro. Sólo era una situación cómoda.
Al principio fuimos felices, durante un tiempo, pero después, cuando el encantamiento y las ganas de él por tenerme, quedaron atrás para dar paso a la realidad, las cosas cambiaron. Todo empeoró cuando no llegaron los niños. No sabíamos que sucedía, hasta que nos hicieron pruebas.
No éramos compatibles, mi cuerpo rechazaba su esperma, como si de una reacción alérgica se tratase, acabando con las posibilidades de tener hijos.
La verdad, es que yo no deseaba tener hijos, no en aquel entonces al menos, ahora, me moría de ganas, y ya con treinta y cuatro años, cada vez era algo que se me hacía más difícil de cumplir. Así que poco a poco, me fui haciendo a la idea, de no ser madre nunca.
Tal vez, me plantease sacar de un orfanato a algún niño desdichado, y salvarlo de dar vueltas como lo hice yo, de un lado a otro.
Ahora, quedaba la cuestión de qué hacer con el mensaje.
Sopesé lentamente la respuesta a la incógnita que me rondaba. ¿Me enfadaba, gritaba y pataleaba hasta que confesara? ¿O, tal vez, era mejor, continuar hacia delante ocultando que conocía su secreto?
No necesité pensar mucho, en ese momento, en el que decidía sobre mi relación, Víctor apareció, y me vio con el móvil en la mano.
Por mi mirada el adivinó que algo andaba mal, y supo qué era. Lo supo, porque él era el que estaba fallando.
– Puedo explicarlo – soltó torpemente.
– No, no puedes – dije y mi voz sonó cortante.
– No es lo que parece.
– ¿Estamos en alguna película y no me enterado? ¿Qué somos? ¿Actores de pacotilla interpretando una vida mísera y triste?
– En serio Paula, no es lo que parece.
– ¿Qué es lo que no parece?
– No te engaño.
– ¿No lo haces? ¿Por qué? Porque no tienes la oportunidad, aunque al parecer, la buscas- y le lancé el teléfono a la cara.
Él lo cogió al vuelo y yo me maldecí por no haberlo roto contra el suelo. Al menos, así tendría que gastarse otros quinientos euros en uno nuevo.
Estaba afectada, ahora al tenerle frente a mí, me daba cuenta. Estaba dolida porque él había insistido tanto para tenerme, me juró que nunca me haría daño, que sería feliz con lo que le diese. Mentira, todo mentiras.
– No, no, sólo es un partido.
– Mientes.
– De verdad. No había otro...
– ¿No había otro? ¿Qué dedo me chupo?
–Paula...
– No me mientas más, prefiero la verdad. ¿Te has acostado con otra?
– Nunca.
– ¿Pero lo has deseado?
Silencio. Esa fue la respuesta. No hacía falta más.
Elegí ropa de mi armario y salí de la habitación tan dignamente como pude, mordiéndome el labio para evitar que las lágrimas delataran que él me había herido. No deseaba que supiera, que podía hacerme daño, y lo utilizase. Me vestí en el baño, un vaquero y un jersey de lana.
Cogí las llaves del coche y salí sin más. Iría hacia las oficinas del seguro, y arreglaría lo del coche. Necesita saber que era capaz de arreglar algo, aunque sólo fuese el coche. Más tarde pensaría que hacer con mi vida. Ahora no había tiempo de nada. Estaba sola, más que nunca y lo sabía, pero toda mi vida había estado sola.
Traté de no pensar en nada más que en conducir.
Llegué a las oficinas y en seguida me atendieron. La chica que se encargaba de tramitar el parte, me dijo que no podía acabar la tramitación, que faltaba un dato importante, sin el cual, ni ellos ni el seguro contrario podrían hacer nada.
Cuando pregunté cuál y ella me contestó, sonreí. Era un pillo muy listo este Pedro.
No había puesto el número de matrícula de coche, ni tampoco sus apellidos.
Así que se había asegurado por adelantado, que nosotros nos volviésemos a ver, está bien, si él quería jugar, jugaríamos. Ahora, Víctor me había dado una razón para no sentirme culpable con el juego. Él me había herido, y se merecía que lo hiriesen.
Regresé a casa. No había nadie. Así que después de todo, el cabrón se había ido a hacer lo que se supone que tuviese que hacer. A pesar de irme enfadada, se había largado a jugar su estúpido partido de pádel, con esos dos pivones.
Muy bien, él se lo había buscado.
Saqué del armario un vestido negro, ceñido, sin mangas y hasta la rodilla. Me puse unas medias negras y unos botines preciosos y súper cómodos de mi diseñadora favorita, Pura López.
Acabé el conjunto con una chaqueta gris perla y puse unos pendientes en mis orejas desnudas. No sabía qué hacer con mi melena, así que la dejé suelta y algo despeinada. No quería que pensara que iba así por él, aunque lo fuera.
Me puse un poco de Valentina, y ya estaba lista.
Una cosa más, me quité el anillo de casada, ésta tarde, y puede que ésta noche, no lo estaría.
Bajé al garaje y me monté de nuevo en mi X1 con la parte de atrás destrozada. Me voy a buscar un lio con la
matricula, algún Guardia Civil amable seguro que me ayuda.
Sonrío por la ocurrencia.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Wowwwww Pau despechada que se vengue sería lo mejor jaja
ResponderEliminar