jueves, 30 de noviembre de 2017

CAPITULO 20 (PRIMERA HISTORIA)




Entonces sentí sus labios en mi boca, abrasándome, comiéndome No me besaba con suavidad, me estaba haciendo saber que era suya, que no tenía más opción que la de pertenecerle.


Y de nuevo estaba en lo cierto, no podía hacer nada para zafarme de él, tan sólo pedirle que acabara con la tortura


Mientras me besaba, se colocó entre mis manos esposadas. 


Dejándonos unidos por completo. Él contra las rejas y mi cuerpo y yo atada al frío acero y sin poder esquivar su cuerpo. Ese cuerpo que me moría por tocar.


– Por favor... – me traicionó mi boca.


– Por favor, ¿qué? – preguntó con su aliento cálido envolviéndome


– Liberarme una mano. Deseo tocarte.


– Eso no va a suceder, no ésta vez. Primero ríndete.


– Nunca.


– Pídemelo


– Jamás.


– Entonces seguiré llevándote al borde del abismo pero sin dejar que caigas.


Y eso hizo, comenzó de nuevo con sus caricias y sus besos a encenderme hasta que me costaba respirar. Sentía dolor por no poder liberar la pasión que despertaba en mí.


De nuevo estaba detrás de mí, acariciándome los muslos, las nalgas, restregándose salvajemente contra mi cuerpo, mientras jadeaba y gemía de placer.


– Puedo seguir así durante horas, no tengo ninguna prisa por correrme, estoy disfrutando demasiado.


¿Horas?, gimió mi mente. Debía acabar con esto. No lo soportaba más, sentí las lágrimas derramarse humedeciendo la venda. No soportaría horas de esa tortura ni siquiera sabía cuánto tiempo exactamente había pasado, pero ya no podía más.


– No lo resistiré, moriré antes – me quejé.


Él sonrió


– ¿Vas a morir de placer entre mis brazos?


– Por favor.


– Por favor, ¿qué?


Y mientras sus dientes mordisqueaban mi trasero, me deje llevar.


– Por favor, devórame


– Pídemelo tú.


-Penétrame.


– No, así no, llama a las cosas por su nombre.


– Por favor...


– ¿Si?


– Fóllame.


– Así me gusta – dijo mientras notaba como mis bragas se desgarraban y su miembro me penetraba hasta el fondo, llenándome de un placer infinito. Mi respiración se detuvo, mi cuerpo era sólo sentimiento. Dulce placer, él se movía en mi interior, rápido, fuerte y duro, desde atrás, como me había dicho y yo disfrutaba como nunca antes lo había hecho.


Estaba al borde, exhausta después de la larga tortura, y entonces, me dio un azote sonoro en la nalga.


¿Debería haberme dolido?


No lo sé, pero no me dolió Me encanto, me excitó más, y con el segundo cachete, llegué al orgasmo, una explosión arrasadora que me dejó tiritando y sin fuerzas, notaba mi  cuerpo desplomarse sobre él. Mientras le escuchaba a él gemir, casi gritar por llegar al orgasmo conmigo. Otra vez. 


Dos de dos. Y eso que es algo casi imposible, pensé.


Me arrodillé, con el aún dentro de mí. El quedó sobre sus rodillas y yo, sobre él, cansada, feliz, confundida.


Pedro quitó la venda de mis ojos y liberó mis muñecas prisioneras, que llenó con miles de besos ahí donde las esposas habían estado.


– Ha sido fantástico. Puro fuego. Lo sabía – susurró entre jadeos.


– Sí, ha sido el mejor polvo de mi vida.


– Mi pequeña pervertida.


– No vuelvas a pedirme que diga follar, no me gusta.


– Yo diría que te ha encantado.


– Bueno, no tengo fuerzas para discutirlo.


Él se rió aún más fuerte.


– Vamos tarde al trabajo.


– ¿Qué dices? ¡Si quedamos cuándo aún faltaba más de una hora para empezar a trabajar!


– Llevamos aquí más de una hora.


– ¡No puede ser! No puedo ir, no me sostienen las piernas y además, ¿llevo las bragas rotas?


– Sólo un poco.


– ¿Sólo un poco?


– Paula.


– Dime Pedro.


– Ha sido increíble, de verdad.


– No voy a discutir contigo. Necesito bragas nuevas y un café.


– ¿No llevas de repuesto?


– Sí, para mí es muy normal que me rapten, me esposen en un calabozo, me torturen y me rompan las bragas por la mitad, por eso siempre llevo unas en el bolso de repuesto.


– Bueno al menos tu lengua envenenada sigue ahí, eso es señal de que sobrevivirás.


– No lo creo, ya no voy a poder vivir sin esto nunca más.


– Así que lo único que te hacía falta era una buena follada.


– Eso parece mi Capitán – dije mientras le hacia el saludo militar.


Él sonrió. Y me besó de nuevo. Yo sabía que pese a todo, no había sido sólo sexo. Había sido mucho más.


Nuestras almas desnudas y envueltas por la locura de la pasión que despertábamos el uno en el otro, enredadas
para siempre, en una danza que las liberaba de la carga que nuestros cuerpos, les hacía soportar.


Pensé que sin duda, esto era la Felicidad.




1 comentario: