miércoles, 27 de diciembre de 2017

CAPITULO FINAL (TERCERA HISTORIA)





No tendría que haber caído en la tentación, sabía a lo que me arriesgaba al subir a su casa. No tenía que estar a solas con él, era la tentación hecha carne y ahora pagaba las consecuencias.


Su boca adoraba mi cuerpo desnudo y húmedo por el agua que nos envolvía.


Arrodillado en la ducha lamía y besaba el centro de mi placer, enredando sus dedos entre los rizos suaves. Debía
parar, pero no era capaz, era tan débil cuando estaba entre sus brazos...


Eché la cabeza hacía atrás y enredé mis dedos en su cabello, le apreté contra mi sexo, más profundo, ansiaba más y deseaba llegar al clímax mientras su boca saboreaba mi placer...


Sus movimientos eran suaves, dulces y no me bastaba, exigía más con cada empuje de su boca contra mí. Supo que necesitaba y aceleró sus caricias húmedas y suaves, sus manos envolvieron mi trasero para lamer más profundo y entonces, cuando pensé que iba a morir, estalle en miles de pedazos.


Mi cuerpo contrayéndose aún por el placer recibido lo acogió, me penetró con fuerza, haciendo que mi espalda quedase apoyada contra los azulejos calientes por el liquido que nos empapaba.


Le miré a los ojos, me gustaba verle así, fuera de control con sus preciosos ojos grises velados por el deseo, deformado su rostro por la pasión, ese momento en el que sabía que solo existía yo.


Disfruté de sus embestidas y al escucharle llegar al orgasmo, no puede evitar acompañarle. Así entre sus brazos
y bajo la lluvia cálida, acabamos la ducha.


— Vamos a llegar tarde — susurré sonriendo.


— Es verdad, vamos a tener que darnos prisa — musitó en mi cuello.


— Ha sido una mala idea subir...


— Yo creo que ha sido una idea fantástica.


Reímos y salimos. Llegaríamos tarde y esta vez, no estaba permitido.


Una vez arreglados montamos en su porsche, el mismo con el casi me atropella y nos dirigimos hasta la capilla donde se celebraría la boda de Liliana.


Al llegar Carla nos esperaba junto a Vallejo, su tripita empezaba a notarse y estaba radiante. ¡Me alegraba tanto por mi amiga!


— Llegáis tarde —nos riñó.


— Lo sé, es que me he enredado. 


-Últimamente os enredáis con mucha facilidad — sonrió Vallejo.


Su amigo le propino un codazo en el costado y nosotras reímos.


— Ya llegan — susurré.


Ver aparecer a Rodrigo vestido con su traje gris y su camisa en un tono perla me dejó sin aliento, estaban muy guapos todos, pero Rodrigo era el protagonista indiscutible, se acercó a nosotros para esperar a Liliana, que en breve haría acto de presencia.


Tan solo habíamos acudido a la boda algunos compañeros de ambos y nosotros, una boda intima, familiar.


“Everything`s gonna be alright” empezó a sonar e Liliana entró del brazo de su jefe. 


Iba preciosa, el vestido con tres tirantes de cristales que caían desiguales por sus hombros, el talle con un adorno fruncido en cristales era precioso, como ella. Tan solo llevaba un recogido, con un conjunto de oro blanco y brillantes. No había querido velo, pero estaba hermosa. Su rostro lo decía todo, al entrar no pudo mirar a nadie más que a Rodrigo.


Caminó por el pasillo sin quitarle los ojos de encima y dedicándole una sonrisa de puro amor.


Al llegar al altar, Rodrigo la besó ligeramente en la mejilla y la tomó de las manos, no la soltó hasta el final de la ceremonia.


No puede evitar emocionarme y dejar que algunas lágrimas escaparan por mis mejillas aún a riesgo de estropear mi maquillaje. Pero me encantaba ver a Liliana tan feliz, después de todo lo sucedido.


El beso que significaba la promesa final de la unión de su amor llegó y todos aplaudimos, el arroz y los pétalos de rosas blancas volaron entremezclados logrando crear una mágica atmósfera.


Alfonso no soltó mi cintura ni un instante y mientras observamos como todos felicitaban a Liliana, Pedro me
susurró en el oído:
— Nosotros seremos los siguientes.


— Después de Carla y Vallejo — dije sonriendo.


Y me besó el cuello. Cerré los ojos, era lo mejor que me había sucedido en la vida, él era mi vida. Recordé lo difícil que me resultaba pronunciar la palabra siempre y ahora sin embargo, era algo sencillo porque si estaba segura de algo era que deseaba que ese hombre me devorase por siempre.



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