martes, 26 de diciembre de 2017
CAPITULO 28 (TERCERA HISTORIA)
Habían pasado un par de días en los que Alfonso me dejó tranquila, o casi. Solo algún mensaje y alguna llamada que no había contestado. Necesitaba desintoxicarme de ese hombre que me envenenaba rápidamente y de una forma letal.
Había quedado con Liliana para la prueba del vestido, también me iba a ver con Carla, las tres mosqueteras juntas de nuevo.
La cita era por la tarde, así que tenia todo el día para ultimar los detalles, llamé al encargado del restaurante para confirmar que el menú elegido era el correcto, a la floristería por el tema de las flores y el ramo, al sastre para la
prueba de trajes de los hombres... vaya, para la prueba de trajes, tendría que ver a Alfonso sí o sí.
Bueno, haría de tripas corazón, al menos parecía que se estaba haciendo a la idea.
Y eso, en realidad me molestaba.
— Desde luego Paula, no hay quien te entienda — murmuré para mí misma.
Antes de percatarme eran las cuatro, si no me daba prisa llegaría tarde, había olvidado comer y Soraya tampoco me lo
había recordado. Así que saqué un café de la máquina de la planta inferior del edificio y una barrita de cereales y me dirigí caminando hacia el salón de vestidos de novia.
Cuando llegué Carla me esperaba sonriendo.
— Hola — saludé —. ¿Dónde está Liliana?
— No lo sé, no ha llegado todavía.
— Que raro, ella nunca llega tarde.
— No, es verdad. ¿Vamos a esperarla dentro?
— Si, la tarde está fresca.
Pasamos al bonito salón donde la chica de la recepción nos atendió con una bonita sonrisa estudiada. Esperamos
sentadas a que apareciera Liliana y conforme pasaban lo minutos cada vez me sentía más ansiosa.
Los primeros cinco minutos se convirtieron en treinta y después de una hora, empecé a sentir un nudo en el estomago.
La llamamos varias veces y al no dar con ella, decidí guardar la calma y primero llamar a Rodrigo, tal vez estaban juntos.
Rodrigo tampoco contestaba y eso me puso más nerviosa, Carla quería guardar la compostura pero ya fuera por el tiempo de retraso o por mi propio estado comenzó a llorar sin cesar.
Cogí el teléfono e hice lo único que se me ocurrió, llamar a mi súper héroe de pacotilla, pero un súper héroe al fin y al
cabo.
— ¿Qué ocurre, Paula? — preguntó al otro lado del teléfono.
— Necesito que vengas a la tienda de novias — le pedí.
Antes de darme una respuesta, escuché la línea plana del teléfono que me confirmaba que ya estaba de camino.
Los minutos hasta que llegó se me hicieron eternos y era incapaz de calmar a Carla que hablaba por teléfono sin cesar, supuse que con Vallejo.
Al vernos de esa forma sus cara se demudó y no se molestó en aparcar la moto, la dejó caer al suelo y se acercó tan rápido como pudo a mi.
Agarrándome por los brazos, me preguntaba con la mirada qué sucedía.
— Liliana no está — atiné a decir, pues de repente me sentí muy asustada.
— ¿Qué quieres decir? Cálmate, no llores.
— ¡¡No lloro joder!! — pero si lloraba
— . No está. No ha aparecido a la cita y no contesta el teléfono.
— Eso no quiere decir que le suceda algo...
— Lo sé... pero tengo un malestar en el estómago que me dice que algo le ha sucedido.
— Esta bien, llamare a Rodrigo, ¿vale? Pero necesito que te calmes.
— Vale, aunque yo no he podido localizarlo— sollocé.
— Yo lo encontraré, tenemos un número especial para las emergencias. Espera — dijo acompañando la palabra de un
gesto de su mano — . Si Rodrigo, soy Alfonso. ¿Está Liliana contigo? Ya entiendo, está bien. Si ha faltado también a la cita con Paula. Vale, me pondré en marcha. No te preocupes. La encontraremos.
— ¿Qué sucede? ¿¡Le ha pasado algo verdad!? — grité histérica
-Rodrigo tampoco sabe nada de Liliana desde esta mañana. Creyó que estaba con vosotras, le ha llamado el jefe de Liliana tampoco la han visto ni han sabido nada de ella, ahora iba a llamarnos.
— ¡Te lo he dicho! ¡Algo le ha sucedido!
— ¿Por qué esas tan segura?
— Porque ella no faltaría a una cita con nosotras sin avisar, nunca lo ha hecho...
— Bien, ahora vamos a calmarnos. Ve con Carla e intentad buscarla en los lugares donde penséis que haya podido ir. Yo voy a unirme a Blanco y Vallejo.
— Esta bien — dije más calmada girándome para ir con Carla.
— Oye Paula... — me llamó.
— Dime — contesté mirándolo de nuevo.
— Cuídate.
Asentí y le vi desaparecer en su moto infernal mientras el ruido ensordecedor de su acelerador se mezclaba con el olor
a rueda gastada sobre el asfalto.
— ¿Vamos Carla? — dije algo más tranquila.
— ¿ A dónde? A la antigua casa de Liliana.
— ¿Por qué allí? ¿Para qué iría?
— No lo sé, pero el otro día en el restaurante...
— ¿Qué? ¡Dime Paula por favor!
— Nada, solo una tontería pero es que me pareció ver a … Víctor.
— ¿Estás segura?
— Claro que no... pero tengo una mala sensación.
— De acuerdo, iremos a comprobarlo.
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