domingo, 10 de diciembre de 2017
CAPITULO 10 (SEGUNDA HISTORIA)
Abro el pan y hecho una buena cantidad de ketchup. Luego abro el bote de maYonesa, lo estrujo hasta dejar una montaña nevada de color blanco al lado de las patatas.
Estoy lista para mancharme las manos, no pienso usar el tenedor, así verá de lo que es capaz de hacer esta damisela desvalida.
Lo que lleva a plantearme, por qué me molesta tanto que piense que necesito un hombre que lo solucione todo por mí.
No lo sé, la verdad es que ha sido un día largo, duro y extraño, sobre todo muy extraño. Y este hombre que está frente a mí y me desafía con su mirada profunda, hace que renazca en mí una energía que había olvidado, una pequeña chispa que me hace querer vivir más, salir de mi aburrido y monótono mundo, ese en el que me he enclaustrado yo sola.
—¿Lista, piernas largas? — pregunta con una sonrisa traviesa.
—Siempre preparada — mascullo.
Le doy un mordisco a la hamburguesa que llena toda mi boca. Esta deliciosa y siento como me llena de sabores intensos las papilas gustativas, atoradas por el mordisco demasiado grande. Soy consciente de que el aceite y el ketchup, caen formando riachuelos pegajosos en las comisuras de mi boca, pero no me importa. Esto es una carrera para demostrar que soy igual que él.
No voy a dejar que me intimide. No soy ninguna princesa que come lechuga y teme partirse una uña.
Abro la boca, meto una patata mojada en mayonesa. Y me obligo, uno tras otro, a comer todos los bocados de la hamburguesa.
Cuando voy por la mitad (toda una hazaña), Pedro me mira sonriendo y siento que no puedo más, pero no voy a consentir que él se salga con la suya.
Pedro ya ha terminado y seguimos en silencio, es una prueba de valor. Nos medimos el uno al otro, no es la clase de cena tranquila y amena que esperaba. Es una cena, para equilibrar las fuerzas, de lo que consiga aquí dependerá lo que piense y espere de mí. Y no se por qué, me parece crucial estar a su altura.
Me falta un cuarto de la hamburguesa, el montón de patatas ha bajado considerablemente.
—Déjalo, te vas a poner enferma, se nota que no puedes más —dice sonriendo. Una sonrisa que me hace saber que él va a ser el ganador.
Pero está equivocado, bebo un sorbo de coca cola, pero poco, no quiero llenarme todavía más con algo que no sea la hamburguesa.
Doy otro mordisco, seguido de otro y otro más, queda poco para acabar, dos o tres bocados a lo sumo.
Empiezo a sentir sudores, no sé si por el calor de la chimenea, por su insistente mirada que ahora parece destellar con admiración, o por la cantidad indecente de comida que me estoy llevando a mi estómago.
Noto una arcada, pero me obligo a tragar. Uno más y habré ganado. Cuando introduzco el último trozo de hamburguesa en la boca, él me mira, sonríe y aplaude.
—¡Guau! No pensé que serías capaz de meterte eso entre pecho y espalda, piernas largas.
Bebo otro sorbo de coca cola y controlo mi cuerpo, estoy a punto de vomitar, pero no debo dejar que me venza.
Lo he conseguido y me siento orgullosa. Es una tontería lo sé, pero me he demostrado a mí misma, que soy capaz de ir más allá de los límites que me imponen los demás. Tal vez, debería utilizarlo para otros aspectos de mi vida.
Pasan unos minutos en los que permanezco en silencio, con la cara agachada y cubierta por mis manos, necesito dejar que todo lo que he engullido vuelva a mi estómago, imagino mi píloro levantado como una bandera por no poder contener más comida.
—¿Un helado? — sonríe socarrón —. Dicen que ayuda a hacer la digestión.
—Por esta noche, creo que es suficiente.
—Si, has comido como un verdadero camionero.
—Tengo que darte las gracias.
El se ríe de buena gana y yo me dejo llevar por su sonrisa fácil y dulce, como de niño pequeño.
—¿Sabes? Creo que deberíamos dar un paseo, para bajar esa comida, no querrás que se pegue a tus largas y hermosas piernas.
El comentario hace que me ruborice y agradezco de nuevo el calor de la chimenea, que disimula el sonrojo que él ha despertado en mí mientras me susurra en voz baja.
Ahora, acompañado de la tenue luz del hogar puedo ver, que es un hombre muy atractivo. Acto seguido, dirijo mi mirada a su mano y me descubro buscando un anillo, ¿estará casado? Sin duda me resultaría raro que no tuviese pareja.
Es muy atractivo, tanto que la primera vez que lo vi me deje llevar y me lo comí entero dentro de un ascensor. El ascensor, recuerdo mientras sonrío, desde entonces los ascensores no son los cacharros peligrosos que me asustaban. Desde ese día, no imagino un cielo azul sobre mi cabeza, imagino mis manos en su espalda, su cuerpo sudoroso contra el mío, su boca apropiándose de mis jadeos...
Así soy capaz de subir a un ascensor, aunque a veces, me puede la fobia.
Darme cuenta de lo mucho que pienso en él, hace que mi cuerpo se encoja un momento, ¿qué hago?
Estoy prometida y pienso en este hombre de una forma sexual.
Sí, sexual, porque no puedo dejar de pensar en como sabían sus besos, su boca llena, como fue el tacto de su dura piel bajo mis dedos, esos músculos que he acariciado por encima de su camiseta y eso me hace recordar el instante en que el me ha rozado las manos, ha sido tan...íntimo.
Y para colmo, no dejo de recordar ese maldito ascensor, aquella maldita noche, que no puedo olvidar a pesar de obligarme a ello. Y me duele. Me lastima que él no me recuerde, ni siquiera un poquito.
—No sé si será una buena idea —contesto enfadada.
—Sí que lo es. Te acompaño a casa. ¿Vives lejos de aquí?
—En realidad no — digo antes de pensarlo.
Y es cierto porque a pesar de no conocer la zona, vivo a tan solo unas manzanas de aquí.
—Entonces, genial, te acompaño a casa paseando y después me vuelvo.
—Pero tú...
—Yo vivo aquí al lado, así que no estamos demasiado lejos.
—No, supongo que no...
Descubro que he estado viviendo cerca de él todo este tiempo y nunca me lo he encontrado, ni siquiera por causalidad, en la panadería, el súper o en una cafetería tomando café y ahora, precisamente ahora, cuando estoy convencida de que Hector va a pedirme matrimonio y estoy dispuesta a darle el sí, aparece.
Quizás el destino, está tratando de decirme algo...Pues es mejor destino, que calles. Parece que siempre va a deshora.
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