martes, 19 de diciembre de 2017
CAPITULO 7 (TERCERA HISTORIA)
Entré en mi zapatería preferida y compré un nuevo par de zapatos, la dependienta muy amablemente, me regaló uno de sus pantis de repuesto y yo lo agradecí muchísimo porque llegaba muy, pero que muy tarde a la cita.
Corrí tan aprisa como me permitieron mis nuevos zapatos y llegué a la oficina sudorosa y desencajada. Soraya me sirvió una taza de café y lo agradecí de verdad, con el ajetreo había olvidado que mis tripas protestaban buscando alivio.
— ¿Están ya dentro? — pregunté con la boca llena de café.
— Si, desde hace casi una hora...
— ¡Oh Dios! ¡No me lo van a perdonar...!
— Lo harán, te adoran — guiñó Soraya de sus ojos chocolates.
Suspiré y entré por la puerta mirando fijamente el vaso blanco de papel que contenía el café, me sentía avergonzada por haberles tenido esperando tanto tiempo.
Al empujar la puerta escuché el rumor de su conversación, estaban tranquilos y animados... pero seguro que tendrían el
culo cuadrado del asiento.
Mejor defensa, un buen ataque y eso hice.
— Lo sé, lo sé. Perdonadme pero es que he tenido un percance — empecé sin mirar a otro lado que no fuese el vaso de café. Y ese iba a ser el único sitio al que iba a mirar hasta que soltase mi parrafada ensayada — . Esta mañana un imbécil casi me atropella con su coche y después me di cuenta que había perdido el billetero y me dirigía de nuevo al
lugar del percance para tratar de encontrarlo cuando me llamaron del cuartel. ¡Sí! Del cuartel. El billetero estaba allí... ¡Qué un buen ciudadano lo había llevado! Así que pillé un taxi y el conductor se enfadó mucho cuando le dije que tenia que recoger primero la billetera para poder pagarle y me agarró el brazo arrastrándome por todo el Cuartel como si fuese una vulgar pata de jamón. Y después ...— me detuve para tomar aire porque ya no me quedaba ni una sola gota en los pulmones — Después … — me detuve al toparme con una mirada tormentosa — ¿Tú? ¿Qué coño haces aquí? ¡¿Te has empeñado en amargarme todo, pero que todo el puñetero día?! ¡Largo de aquí! —grité. Mierda, había gritado.
Miré alrededor y vi las caras estupefactas de todos mis clientes, ¿qué hacía con ellos? Estaba desorientada, todo parecía una película macabra de esas en las que el destino se empeña en hacerte jugarretas horribles y no puedes
escapar de ellas y luego, al día siguiente, te levantas y de nuevo se repite la misma historia, un bucle agónico en el tiempo.
— Creo que ya os conocéis — sonrió Liliana — . Paula este es Pedro, Pedro ella es mi amiga Paula —nos presentó divertida.
— Menuda forma de conoceros — masculló Rodrigo — ¿Has estado a punto de atropellarla, Alfonso?
— No me he dado cuenta. Además... el que fue a hablar...
— Lógico ibas con la música muy alta y mirando el móvil — increpé.
— Pero Alfonso — dijo Vallejo entre risitas — , ¿cómo has cometido esa infracción?
— Pues nada Paula, siento decirte — continuó Carla muerta de risa — que Alfonso es tu pareja en la boda.
— ¡Una mierda! —exclamé sin poder evitarlo.
Todos me miraban conteniendo la risa a duras penas, sus caras divertidas se deformaban en un extraño mohin, pero
no podía quitarle los ojos de encima a él. El causante de todo mi sufrimiento.
— Bueno, sentémonos — dije tratando de calmarme y lanzando rayos láser por los ojos por si acaso era capaz de
herirle.
— ¿Cuántas veces tendré que disculparme?
— Ninguna, no voy a aceptar tus disculpas, así que perderías el tiempo.
— Quizás, quiera perderlo.
— Podrías... si te dejase intentarlo, pero no es así.
Me senté en mi silla y miré a todos. ¡No podía creerlo! Contenían apenas la risa y él... ¡Pedro Alfonso! Ese del que tanto habían hablado y alabado acerca de su virtudes... ¡Mentira todo! Un descerebrado engreído como muchos otros.
¡Era intolerable! No podía dejar de gritar en mi mente, ¿tenía que estar todo el tiempo viéndole? Esa cara absurda que ponía con los ojazos entrecerrados.
Sí, ojazos que tenía el niño, pero era tan... Arrrgggg desesperante, engreído, vanidoso, sabelotodo y dominante...
¡Vamos que se pensaba que era el libro gordo de Petete! A saber a cuantas les habría roto las bragas con solo una mirada... Las mías aún seguían mojadas... ¡Pues estaba listo! Tendría que aguantarlo, por Liliana, solo por ella lo haría pero estaba deseando que todo lo de la boda terminase y para colmo yo se la estaba planeando y él era el
encargado de todo lo relacionado con el tema padrino e invitados de parte del novio.
Respiré profundo para tratar de calmarme y hacer mi trabajo.
Ahora me tocaría ir con él a la prueba de degustación de menú junto con Liliana y Rodrigo, me preguntaba si ...
— Vallejo, Carla, ¿ vosotros también vendréis a la degustación? ¿Reservo para séis?
— Pero Paula, ¿crees que podremos ir todos? — preguntó Carla sorprendida y feliz de poder acompañarnos.
— Si, hasta ocho pueden venir sin problemas.
— Entonces perfecto. ¡Todos juntos! ¡Qué ilusión! — exclamó Liliana emocionada.
— Muy bien, ¿para cuando Paula? — preguntó Rodrigo con su voz autoritaria que tanto nos gustaba a todas.
— Voy a llamar cuando acabemos y os confirmo.
— Será estupendo una cena con vosotras chicas — aplaudió Liliana.
-Secundo la moción — gritó Carla.
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