sábado, 23 de diciembre de 2017
CAPITULO 21 (TERCERA HISTORIA)
La velada terminó y todo siguió en calma, me había divertido después de todo una vez obviaron lo sucedido y la maldita marca de su boca en mi cuello.
Llegó la hora de despedirnos, era tarde y estaba cansada. Había sido un día muy, muy largo. Demasiado.
Todos se despidieron y a pesar de que se ofrecieron a acercarme a casa decliné la oferta, en realidad ninguno pasaba cerca de mi casa, así que tomaría un taxi si me dejaban por fin y me iría a descansar. Bostecé mientras caminaba hacia la puerta del restaurante, donde había una parada de taxis, solo debía esperar a que llegase uno, montarme y largarme a dormir de una vez.
— Te llevo, sube — dijo Alfonso montado de nuevo en su cacharro a dos ruedas.
— No. Gracias.
— No me volverás a decir que prefieres un taxi.
— Bingo.
— Vamos, Paula.
— Que no Pedro en serio. Solo quiero estar sola, llegar a casa y descansar.
— Está bien, te acompañaré mientras llega el maldito taxi.
— Como quieras, pero no me hace falta tu compañía, te aseguro que he tenido Pedro Alfonso de sobra.
— Lo sé, aun así, me gustaría quedarme.
— Esa frase me suena gastada.
— Si, soy un hombre poco ocurrente.
— ¿Si? Cualquiera lo diría.
Se sentó a mi lado, el banco metálico estaba helado. Sentí como el frio traspasaba la tela del vestido mojándolo. No llevaba ropa interior así que el escalofrío fue profundo. De
repente noté su chaqueta sobre mis hombros. Eso me enterneció.
— No es necesario — contesté sin embargo.
— Yo creo que si, es lo menos que puedo hacer.
— Si, es verdad que eres un súper héroe.
— Ya te he dicho que he salvado a muchas gente en la carretera.
— ¿En la carretera?
— Soy de tráfico.
— No me puedo creer que digas que eres guardia civil de trafico.
— Pues lo soy .
— ¿Tú? ¿El mismo que casi me atropella yendo por la acera y encima me culpó a mi por ir muy deprisa? ¡Venga ya!
— La verdad es que ahora pensándolo en frío fue un poco absurdo, ¿ no?
— ¿Un poco? Una patochada que se dice en mi tierra.
— Y en la mía. Supongo que los nervios...
— ¿Los nervios? Por casi acabar con mi vida...
— Bueno fue tu mirada furiosa lo que me hizo temblar, pero vamos también porque casi te atropello — se burló.
Eso me hizo enfadar de nuevo. ¿Qué clase de juego jugaba? ¿A una de cal y otra de arena?
— Nunca vas a cambiar, pero claro, es que no te has preocupado de desarrollar tu cerebro, ¿no sabías que también es un musculo?
— Vamos Paula. No empieces no deseo pelear.
— Es que cada vez que creo que hay en ti algo bueno, algo que de verdad me llene la cabeza de pájaros, los ojos de
estrellas y el estómago de mariposas sueltas por esa boca una gilipollez de tal calibre que lo echas todo por tierra.
— No pretendía...
— Pues lo has hecho. No importa. Da igual. Mi taxi. Adiós Pedro.
— No Paula, no te vas ir y dejar esta conversación a medias.
— No te estoy pidiendo permiso que yo sepa.
— Aún así, no me vas a dejar con la palabra en la boca.
— Créeme que lo haré.
Estaba furiosa, me molestaba que pensara que podía decidir sobre qué podía o no hacer.
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