lunes, 11 de diciembre de 2017
CAPITULO 13 (SEGUNDA HISTORIA)
Después de vaciar todo el contenido de mi estómago, me siento mejor. Me dirijo al salón y enciendo la tele, aunque no me apetece ver nada de lo que ponen, la dejo con la voz muy bajita y me cubro con una manta para calmar un poco la tiritera.
Me siento...extraña. No sé, si todas las parejas o la gran mayoría de las que llevan saliendo tanto tiempo creen que lo natural es dar el siguiente paso, que incluye un vestido blanco y un ramo de flores, pasan por lo mismo que yo. No sé, si será el mal día que llevo, su recuerdo que ha despertado, su sonrisa, su mirada o esa forma de tratarme, como si yo ya fuese suya, aunque no me haya dado cuenta, lo que me hace dudar.
Pero estoy hecha un lio, solo puedo pensar en la cara que pondrá Hector al saber que he besado a otro hombre.
Sí, porque yo le he devuelto el beso y eso no es lo peor, lo que más me mortifica es que me ha gustado tanto que no he podido quitármelo de la cabeza, ni siquiera mientras estaba con la cabeza metida en el vater.
El tacto rudo de sus manos sobre mi espalda, en mi nuca, su boca sobre la mía y el fuego que ha encendido en mi interior, ese mismo que yacía extinto, me amenaza ahora que se ha despertado, con explotar igual que un volcán derramando lava ardiente, sólo que la derrama sobre mi piel.
Me abrazo las rodillas aún temblorosas y no puedo evitar recordar que estoy o voy a estar, prometida.
Y que no puedo dejar mi vida sin más, por un simple beso, por el recuerdo de una noche que me ha atormentado muchos años y que para él, pasó desapercibida
He de comportarme como la adulta que soy y solo un beso, no puede cambiar el resto de mi vida.
Sigo tratando de convencerme a mí misma de todo esto, mientras cojo el teléfono para poner un mensaje a Hector sin tener claro la hora que es allí, en Venezuela, pero no me importa, cuando pueda que me conteste.
Así que le escribo, con manos mentirosas y temblorosas, que lo extraño muchísimo en el día de hoy y que echo de menos sus besos.
Las lágrimas queman dentro de mis ojos y parpadeo para retenerlas. ¿Cómo puedo decir una mentira así?
Pues porque necesito aliviar la culpabilidad que ahora mismo me ahoga. Siento una mano dentro de mi pecho, que me aprieta fuerte y no me deja respirar.
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